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Las esponjas marinas siempre han sido consideradas criaturas sésiles, incapaces de moverse de forma independiente después de la etapa larvaria. Al carecer de órganos de locomoción o de sistema nervioso, se pensaba que simplemente se asentaban adheridos a un sustrato.
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Pero los científicos que estudian la vida marina profunda en el Ártico se sorprendieron al descubrir esponjas que dejan rastros en los sedimentos del fondo marino que indican que deambulan, aunque sólo unos pocos centímetros al año.
Los investigadores, dirigidos por el Instituto Alfred Wegener y el Instituto Max Planck de Microbiología Marina de Alemania, se encontraban en una expedición a bordo del rompehielos. Polarstern, utilizando un ROV y un sistema de cámaras remolcadas. Sus imágenes de alta resolución fueron capturadas en el monte submarino Karasik, a unas 220 millas del Polo Norte.
Los senderos de esponjas discurrían en todas direcciones, incluso cuesta arriba. "No hay corrientes fuertes en las profundidades del mar Ártico que puedan explicar las estructuras encontradas en el fondo del mar", dijo el líder de la expedición, el profesor Anthe Boetius.
"La cima del monte submarino estaba densamente poblada de esponjas", dijo su colega Autun Purser. "El sesenta y nueve por ciento de nuestras imágenes mostraban rastros de espículas de esponja, muchas de las cuales conducían a animales vivos".
Las espículas son pequeñas espinas que sostienen los cuerpos de las esponjas, pero que parecen quedarse atrás cuando se ponen en movimiento, dejando huellas reveladoras. Estos podrían acumularse en esteras de varios centímetros de alto y muchos metros de largo, compuestas por capas de tubos de gusanos vacíos y caparazones de bivalvos.
Se observaron rastros de espículas densamente entrelazadas conectadas a la parte inferior de esponjas vivas individuales.
"Esta es la primera vez que se observan abundantes rastros de esponjas in situ y se atribuyen a la movilidad de las esponjas", dijo la bióloga marina Teresa Morganti, autora principal de un estudio sobre los rastros de esponjas. La expedición tuvo lugar en 2016, pero los hallazgos acaban de publicarse en Current Biology.
Los científicos creen que es posible que otras esponjas, especialmente las juveniles, puedan alimentarse de las espículas y ahora quieren determinar por qué se mueven los filtradores y cómo eligen su dirección de viaje. Las posibilidades incluyen buscar alimento en ecosistemas pobres en nutrientes, buscando mejores condiciones ambientales o distribución de la descendencia.