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Los colmillos protegen a los tiburones ballena
En los humanos, los "dientes" son los caninos superiores, pero una nueva investigación sugiere que los peces más grandes del mundo tienen colmillos en un sentido más literal.
Se ha descubierto que los tiburones ballena tienen escamas parecidas a dientes en todos los globos oculares, una característica que no se había observado antes en ningún otro vertebrado pero que, en ausencia de párpados, se cree que mantiene los ojos a salvo de daños.
Los investigadores japoneses que acaban de informar sobre el hallazgo dicen que los tiburones ballena han desarrollado una cubierta para los ojos hecha de duros "dentículos dérmicos" similares a los que cubren todo su cuerpo y a los de otros tiburones y rayas.
Estas pequeñas escamas son similares a los dientes, y se basan en un núcleo pulposo encerrado en el tejido óseo conocido como dentina, con una capa exterior similar al esmalte. Diseñados para resistir la abrasión, ofrecen protección contra posibles daños causados por "peligros mecánicos, químicos y biológicos".
Hasta ahora, los científicos habían asumido que la visión no era importante para la percepción ambiental en los tiburones ballena, basándose en el pequeño tamaño de sus ojos en relación con el cuerpo y en la pequeña sección del cerebro dedicada a la vista. El nivel de protección que se ofrece a los ojos parece sugerir ahora lo contrario.
8 Julio 2020
El descubrimiento se realizó analizando grabaciones de ultrasonido de tiburones ballena cautivos en el Acuario Churaumi de Okinawa y tomografías computarizadas de un globo ocular conservado.
Los científicos también estaban interesados en cómo los tiburones parecen proteger aún más sus ojos al retraer los globos oculares dentro de las cuencas, y ahora creen que mantienen una visión restringida al hacerlo. La distancia de retracción era aproximadamente la mitad del diámetro del ojo, por lo que las pupilas no quedaban completamente ocultas.
Los tiburones ballena normalmente retraen los ojos sólo durante períodos cortos, pero un espécimen que había sido transferido entre acuarios en Taiwán y los EE. UU. mantuvo los ojos retraídos durante 10 días a su llegada a Atlanta; sin embargo, no parecía haber tenido dificultades para navegar durante ese tiempo. .
